García de Jiménez g. ~ 780 - Taolenn an diskennidi
Ur pennad tennet eus Rodovid BR, ar c'helc'hgeriadur digor.
2
21/2 <1> ♂ Jimeno García [Jiménez]3
titl: Herzog von Navarra, (Berrueza, Deyo und San Esteban de Monjardín)
eured: <1> ♀ Onneca Rebelle de Sangüesa [Sangüesa]
eured: <2> ♀ Dadildis de Pallars [Bigorra]
titl: 870 ≤ ? ≤ 882, Pamplona, Spanische Mark, Regent von Pamplona
marvidigezh: 885
4
41/4 <3+2> ♂ w Sancho Garcés I de Pamplona (Navarra) [Jiménez]eured: <3> ♀ w Toda Aznárez de Navarra (de Navarra) [Íñiga] g. 2 Genver 876 a. a. 15 Here 958
titl: 905 - 925, King of Pamplona
marvidigezh: 11 Kerzu 925, San Esteban de Resa
titl: 925 ≤ ? ≤ 29 Mae 931, Rey de Pamplona
marvidigezh: 29 Mae 931, Pamplona, Marca Hispánica
5
121/5 <7+4> ♂ García Íñiguez de Pamplona [Jimena]eured: <8> ♂ Ordoño II de León [Astur] g. 871 a. a. Mezheven 924
eured: <9> ♂ w Álvaro Herrameliz [Lantarón] a. a. 931
eured: <10> ♂ Fernán González [Cantabria] g. 910 a. a. 970
titl: 932, Comtesse de Castille
marvidigezh: 959
eured: <11> ♀ Andregoto Galindez [?]
eured: <12> ♀ Andregoto Galíndez [Galindo] g. 900 a. a. 972
titl: 925 ≤ ? ≤ 970, Pamplona, Rey de Pamplona
titl: 943 ≤ ? ≤ 970, Conde de Aragón
eured: <13> ♀ Teresa de León [Astur]
marvidigezh: 22 C'hwevrer 970, Pórtico de La Pequeña Iglesia de San Esteban, En El Castillo de Monjardín.
Sucedió a su padre cuando contaba solamente cinco o seis años de edad. Conforme a una costumbre seguramente tradicional, fue puesto como pupilo (creato) al cuidado de un ayo o “eitán”, en este caso Jimeno Garcés, su tío primero por partida doble, el pariente más próximo de la familia regia y encargado por ello de ejercer transitoriamente en su nombre las funciones propias del monarca. Llegado a la mayoría de edad para el desempeño efectivo de la potestad regia (potestas regia), entonces a los catorce años, su madre Toda se entrevistó con el califa ‘Abd al-Raḥmān III y logró arteramente que lo reconociera como “señor” de Pamplona y sus tierras riojanas de Nájera, alegando al parecer sus lazos familiares, pues el soberano cordobés era nieto de Ónneca, madre de la propia Toda. En el tratado concertado a tal efecto (Calahorra, julio de 934) se renovaban en cierto modo las cláusulas de fidelidad y subordinación política del antiguo pacto, pero no se contemplaba ya el signo permanente de dependencia teórica que era el tributo anual.
Casó tempranamente con Andregoto, hija del último conde aragonés, Galindo II Aznar, cuyos dominios fueron incorporados en circunstancias desconocidas al espacio monárquico pamplonés, extendido así a los valles del curso superior de los ríos Aragón y Gállego hasta los confines de Sobrarbe. Sin embargo, su trayectoria política iba a orientarse principalmente hacia el oeste en estrecha sintonía y comunidad de proyecto político con el reino de León, como consecuencia de los estrechos lazos de parentesco y solidaridad anudados entre las familias reinantes de ambas monarquías. Como colofón de la estrecha colaboración bélica en tierras najerenses sobre todo, Sancha, hija de Sancho I Garcés y Toda, había sido dada como esposa a Ordoño II. Por añadidura la misma reina pamplonesa había casado a su hija Ónneca con el nuevo monarca leonés Alfonso IV (925-931), hijo del mismo Ordoño, y luego a Urraca con Ramiro II (931-951), hermano y sucesor del anterior. Un vástago de este matrimonio, Sancho I “el Craso”, lograría más adelante (956) la sucesión en la corona de León, que se vería obligado recobrar frente a Ordoño IV, otro nieto de Toda. Contó para ello con el tenaz apoyo de su abuela pamplonesa, quien no tuvo reparos en volver a recurrir, ahora en el propio palacio califal, ante su pariente ‘Abd al-Raḥmān III para obtener el socorro militar necesario para hacer realidad tal empeño (959).
Por lo demás, para reforzar los nexos familiares y políticos con León, García I Sánchez había tomado hacia el año 941 como segunda esposa a Teresa, hija de Ramiro II, al parecer tras haber desistido del matrimonio concertado con una hija del conde barcelonés Suñer. Mas el repudio de Andregoto no impidió que su hijo Sancho II Garcés, nacido de las disueltas nupcias, heredara en su momento el reino paterno (970) y contara con la eficaz asistencia de su hermanastro Ramiro Garcés “el de Viguera”, fruto del aludido segundo matrimonio.
Por lo demás, las relaciones pamplonesas de parentesco se habían extendido también a las familias de magnates cristianos que regían las cercanas circunscripciones dependientes del reino leonés así como las que flanqueban los dominios pamploneses por el este y el norte. Viuda tempranamente de Ordoño II, la citada Sancha, hija de Sancho I Garcés y Toda, contrajo sucesivas nupcias con Álvaro Herrameliz, conde de Álava, y hacia los años 931-932 con Fernán González, conde de Castilla. Su hermana Belasquita tuvo como esposos primero a Momo, conde de Vizcaya, y luego a Galindo, hijo del conde Bernardo de Ribagorza. La conexión castellana cobraría especial importancia durante el último tercio de siglo, cuando León se iba a debatir angustiosamente entre agudos problemas internos y los más duros asaltos musulmanes. De momento, el citado conde Fernán González, viudo ya de la pamplonesa Sancha, tomó como nueva esposa a Urraca, hija de García I Sánchez y Teresa , y su propia hija Urraca Fernández, viuda sucesivamente de los reyes leoneses Ordoño III y Ordoño IV, casó hacia el año 962 con el futuro Sancho II Garcés, primogénito y sucesor de García I Sánchez.
Debe añadirse, entre las expresiones de la profusa política matrimonial de la familia regia de Pamplona en este período, el nexo trenzado con la dinastía condal de Gascuña a través de la unión de Urraca, hija de García I Sánchez y viuda ya de Fernán González, con el conde Guillermo Sánchez, cuyo hijo Sancho Guillermo iba a frecuentar luego el palacio itinerante de los reyes pamploneses hasta tiempos de Sancho el Mayor. Se trataba de momento en este caso de relaciones de buena vecindad, como las anudadas anteriormente por el conde aragonés Galindo II Aznar en su matrimonio con Acibella, hija del conde García Sánchez de Gascuña, abuelo a su vez del citado Guillermo Sánchez. En ese mismo sentido se puede interpretar el enlace de Lopa, una de las hijas naturales de Sancho Garcés I, con un conde de Bigorra. Por lo demás, basta resaltar el significativo cese de los lazos de parentesco establecidos en el siglo anterior por los príncipes o “señores” de Pamplona y los condes de Aragón con magnates musulmanes de la “Frontera Superior”. Es cierto que la reina Toda, como se ha apuntado, explotó políticamente, siempre que le convino, las primeras nupcias de su madre Onneca, hija de Fortún Garcés, con el emir Abdallah, abuelo a su vez de ‘Abd Al-Raḥmān III, nacido por otra parte de la unión de su padre Muḥammad con Muzna, una cautiva vascona.
Después de las conquistas de Sancho I Garcés, el creciente y poder militar y la hegemonía política del califato instaurado oficialmente en al-Andalus (929) por ‘Abd al-Raḥmān III an-Nāṣir li-Dīn Allāh, “defensor de la religión de Allāh”, iban a obligar a los monarcas pamploneses a frenar sus impulsos ofensivos y limitarse a salvar su joven reino y sus nuevas fronteras más que con las armas mediante oportunas maniobras diplomáticas. Sin embargo, no se olvidó en ningún momento el proyecto colectivo que había alentado la vertebración de la nueva formación política, y los propios reveses, contrariedades y ruinas lo fueron acrisolando comunicándole los nítidos perfiles manifiestos en las representaciones historiográficas e intelectuales que iba impulsar el siguiente monarca.
Se han referido ya las interesadas comparecencias de la reina Toda ante su sobrino ‘Abd al-Raḥmān III en Calahorra y en el propio palacio cordobés. Por la corte del siguiente califa al-Ḥaqam II (961-976) iban a desfilar sucesivas legaciones pamplonesas a fin de negociar treguas que podían evitar nuevas pérdidas de plazas fronterizas. Parece que tras la definitiva ocupación musulmana de Calahorra se desplazó un selecto grupo de magnates pamploneses (968/969) para solicitar una tregua, como la que negociarían tres años después (agosto 12 de 971) el abad Bassal y Velasco, cadí, iudex o mandatario regio de Nájera, y que seguramente se garantizó al mes siguiente enviando como rehén a Jimeno, hermano del nuevo monarca pamplonés Sancho II Garcés. Todos estos compromisos aparentemente amigables con Córdoba se realizan por pura conveniencia y desde posturas coyunturales de inferioridad y fingidas sumisiones. Resultaban pausas y humillaciones sin duda necesarias dentro de la línea política de oposición radical entre los dos irreconciliables espacios de civilización y cultura y, por parte de las sociedades astur-leonesa y pamplonesa, no suponen un repudio efectivo del programa de expansión o “liberación” cristiana de Hispania.
Quizá para atajar y castigar los asaltos fronterizos de Jimeno Garcés, tutor del monarca pamplonés, emprendió ‘Abd al-Raḥmān III la expedición que lo llevó a Calahorra y dio motivo a su mencionada entrevista con la reina Toda (934), pero a los tres años consideró que los pamploneses habían roto el pacto entonces suscrito, quizá por haber apoyado la rebelión del valí gobernador tuyibí de Zaragoza. Asoló, pues, en dos incursiones los márgenes limítrofes de los dominios de la “bárbara” Toda como narra un analista árabe. Tras el asedio y rendición de Uncastillo, a cuyo alcaide Sarracín (Saryin) dejó marchar, llevó las depredaciones por las tierras próximas, “hasta el corazón del país”, para salir por Tafalla que fue incendiada. Arrasó moradas, quemó alquerías, abatió fortalezas, taló los árboles frutales “frecuentes en aquella zona”, pero más o menos como en la campaña del año 924, halló todos los lugares abandonados y, conforme a la táctica tradicional de defensa del país ninguna unidad armada se aventuró a hacerle frente (agosto de 937). En diciembre siguiente las fuerzas cordobesas cayeron sobre el sector occidental de la frontera y en el llano presidido por la fortaleza de San Esteban (Monjardín) hicieron huir a las tropas pamplonesas y con un cuantioso botín y numerosos cautivos regresaron por la fortaleza de al-Monastir (probablemente cerca de San Adrián), “en el confín del país de Pamplona”, donde se entregaron y fueron decapitados el “conde” o alcaide, “uno de los más nobles vascones” y sus 60 compañeros. Parece que entonces la reina Toda y su hijo se avinieron a negociar el oportuno cese de hostilidades .
A los dos años García I Sánchez sumaba sus guerreros a los de Ramiro II de León para la sorprendente y espectacular victoria cristiana sobre ‘Abd al-Raḥmān III tanto en las cercanías de Simancas (6-8 de agosto de 939) como en la subsiguiente emboscada tendida a las fuerzas califales en retirada por el paraje de al-Handaq, Alhándega. La contribución pamplonesa debió de ser tan notable que los ecos llegados hasta el lejano monasterio de Saint-Gall (Suiza) se tradujeron en la pintoresca noticia que considera protagonista del memorable acontecimiento a “cierta reina llamada Toia”, es decir, la infatigable Toda. En la corte cordobesa se consideraba entonces al monarca pamplonés su mayor enemigo hasta el punto de puso como condición para otorgar la paz al conde barcelonés Suñer que este disolviera el ya referido compromiso matrimonial de su hija concertado con García I Sánchez I (940). Éste se había apoderado de la fortaleza de Labata, unos 20 km al nordeste de Huesca, y expugnó luego los cercanos baluartes de Sen y Men (941). Por ello el reino pamplonés quedó excluido del tratado de paz acordado poco antes por el califa con Ramiro II y sus condes y en un contraataque del siguiente año el valí Muḥammad b. Hasim recuperó dichas plazas y rechazó en las proximidades de Tudela a las tropas castellanas llegadas en socorro de los pamploneses.
El silencio de los textos invita a suponer que durante unos tres lustros discurrió una fase de calma siquiera relativa en las fronteras con el consiguiente alivio para la sociedad pamplonesa . Después de la muerte de Ramiro II (951) no habían tardado en producirse discordias por la sucesión en el trono leonés. Alentado por su abuela Toda había tratado Sancho I de suplantar a su hermanastro Ordoño III. Es cierto que, solo con la muerte de este último (956, septiembre), vio hacerse realidad tal pretensión, con ayuda presumiblemente de su tío García I Sánchez. Cuando a finales del siguiente año fue desplazado por su primo Ordoño IV, Toda entabló las negociaciones coronadas por su mencionada entrevista con ‘Abd Al-Raḥmān III en el palacio cordobés (958). Como acompañante de su madre y su primo, el soberano pamplonés aprovechó tal vez la ocasión para reajustar la tregua interrumpida, al parecer, el año anterior con la expedición del caíd o general Galib, quien “asoló completamente los llanos que obedecían a García hijo de Sancho y, después de haber arruinado las poblaciones, regresó victorioso”.
Las disensiones entre los príncipes cristianos, que evidentemente favorecían al monarca cordobés, no concluyeron con la reposición de Sancho I en el reino de León por un ejército musulmán (959). Por haber apoyado al derrocado Ordoño IV, yerno suyo, el conde castellano Fernán González fue apresado (960) y retenido en Cirueña durante un año por el monarca pamplonés, pero el nuevo califa al-Ḥakam II reclamó inmediatamente su entrega. Viudo ya de la citada Sancha, hermana de García I Sánchez, el enlace matrimonial del conde ahora con su hija Urraca significaría la reconciliación de los príncipes cristianos, que de tal suerte quedaban todavía más estrechamente emparentados entre sí. No tardó en producirse una enérgica e insistente reacción cordobesa y Galib condujo entre los años 963 y 967 sucesivas campañas contra la frontera castellana del Duero, en alguna de las cuales pudo haber llegado hasta tierras pamplonesas. Se ha pensado así por algún autor que en la primera se tomó por asalto Calahorra pero en todo caso, el estado de guerra culminaría con la reafirmación del dominio musulmán en todo el valle del Cidacos y la consiguiente restauración del recinto amurallado de aquella ciudad (agosto de 968). Con ello la frontera najerense ganada por Sancho I Garcés retrocedía así durante casi tres cuartos de siglo hasta al valle del Leza y el Jubera y de nuevo debió de optarse el mismo año por la negociación con Córdoba de una tregua con la duración habitual de tres años.
No obstante, todos los reveses, la naciente monarquía pamplonesa se había consolidado definitivamente, había ganado un prestigio sorprendente y estaba desarrollando un pensamiento político que se pondrá de manifiesto sobre todo en la siguiente generación. Resalta, en primer término, el vigor de un linaje que por línea paterno-filial directa de primogenitura iba a transmitir durante seis generaciones los poderes y atributos de la realeza y, con ellos, los nombres Sancho y García, como símbolo de la gloria y los carismas atribuidos al epónimo fundador de una familia de reyes. Había desarrollado una tupida red de relaciones de parentesco que suponen no solo una notoria capacidad de maniobra política, sino también la existencia de un programa ideológico especialmente operativo precisamente en los frecuentes infortunios de las guerras con el islam. Se había esforzado en conservar los dominios heredados de su progenitor, pero no había podido impedir que los musulmanes volvieran a adueñarse de la ciudad de Calahorra. Recibió cristiana sepultura en el pórtico de San Esteban de Deyo (Monjardín), el simbólico panteón regio inaugurado por su padre. Sus favores y predilección contribuyeron decisivamente al desarrollo de los grandes monasterios de San Salvador de Leire y, sobre todo, de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla.
Como ya se ha anticipado, de la frustrada unión conyugal de García I Sánchez con Andregoto había nacido su primogénito y sucesor el futuro Sancho II Garcés. Fueron fruto de su matrimonio con Teresa, hija del monarca leonés Ramiro II, dos hijos varones, Jimeno y Ramiro, al que la historiografía ha atribuido como sobrenombre “el de Viguera”; su hija Urraca, como antes su tía Sancha y conforme se ha señalado también, casó con el mencionado conde Fernán González de Castilla tras cuyo fallecimiento contraería nuevas nupcias con el conde Guillermo Sánchez de Gascuña.
Bibl.: J. M. Lacarra, “Textos navarros del Códice de Roda”, en Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, 1 (1945), págs. 230-250; E. Levi-Provençal, “España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711.1031 d. C.)”, R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España dirigida por, 4, Madrid, Espasa Calpe S. A., 1950 (5.ª ed., 1985); R. D’abadal i de Vinyals, Els comtats de Pallars i Ribagorça, 1, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1954; E. Levi-Provençal y E. García Gómez, “Textos inéditos del Muqtabis de Ibn Hayyan sobre los orígenes del reino de Pamplona”, en Al-Andalus, 19, (1954), págs. 295-315; A. Ubieto Arteta, “¿Dónde está el panteón de los primeros reyes pamploneses?”, en Príncipe de Viana, 19 (1958), págs. 267-277; “La dinastía Jimena”, en Príncipe de Viana, 28 (1960), págs. 65-79; “Los reyes pamploneses entre 905-970”, en Príncipe de Viana, 24 (1963), págs. 77-82; F. de la Granja, “La Marca Superior en la obra de al-'Udrí”, en Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, 8 (1967), págs. 447-545; J. Á. García de Cortázar, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII) introducción a la historia rural de Castilla altomedieval, Salamanca, Universidad, 1969; J. M. Lacarra, Historia política del reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla [HNavarra], 1, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1972, págs. 133-144; J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, 1, Pamplona, EUNSA, 1979, págs. 95-105; M. Díaz y Díaz, Libros y librerías en La Rioja altomedieval, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1979; M.ª J. Viguera y F. Corriente (eds.), Ibn Hayyan, Crónica del califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942 (Al-Muqtabis V), Zaragoza, Anubar Ediciones-Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1981; J. Gil Fernández, Crónicas asturianas, Oviedo, Universidad, 1985; A. Ubieto Arteta, Orígenes de Aragón, Zaragoza, Anubar Ediciones, 1989, págs. 69-204 y 257-381; A. I. Lapeña Paúl, El monasterio de San Juan de la Peña en la Edad Media (desde sus orígenes hasta 1410), Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, 1989, págs. 23-60; L. J. Fortún Pérez de Ciriza, Leire, un señorío monástico en Navarra (siglos IX-XIX), Pamplona, Institución Príncipe Viana, 1993, págs. 73-90; A. J. Martín Duque, “El Reino de Pamplona”, en Historia de España Menéndez Pidal, 7-2, Madrid, Espasa Calpe S. A., 1999, págs. 62-121 y 174-281; “Definición de espacios y fronteras en los reinos de Asturias-León y Pamplona hasta el siglo XI”, en Los espacios de poder en la España medieval. XII Semana de Estudios Medievales. Nájera, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2002, págs. 315-339; “La realeza navarra de cuño hispano-godo y su ulterior metamorphosis”, en P. Henriet (dir.), À la recherche de légitimités chrétiennes. Representations de l’espace et du temps dans l’Espagne médiévale (Xe-XIIIe siècle), Lyon, ENS Éditions-Casa Velásquez, 2003, págs. 225-244; G. Martínez Díez, El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, I, Valladolid, Junta de Castilla y León-Marcial Pons Historia, 2005, págs. 263-450.
Ángel Martín Duque.
http://dbe.rah.es/biografias/10260/garcia-i-sanchezdarvoud 1: 15 Mae 930, participó junto a su marido en una donación al obispo Cixila y al monasterio de San Cosme de Abellán.
marvidigezh: 931
marvidigezh: 956
6
371/6 <11+15> ♂ w Ordoño IV de León [Astur]eured: <31!> ♀ Urraca de Castille [Castille] a. a. 1007
titl: 958 ≤ ? ≤ 960, Rey de León
marvidigezh: 960, Córdoba
relijion: ~ 946, Palat del Rey, religiosa del Monasterio de San Salvador
marvidigezh: 986c
eured: <31!> ♀ Urraca de Castille [Castille] a. a. 1007
titl: 970 ≤ ? ≤ 994, Rey de Pamplona
titl: 970 ≤ ? ≤ 994, Conde de Aragón
marvidigezh: Kerzu 994c
douaridigezh: Nájera, La Rioja, España, Iglesia del Monasterio de Santa María La Real
eured: <21> ♀ w Teresa Ansúrez [Beni Ansúrez] g. < 943 a. a. 25 Ebrel 997
titl: 956 ≤ ? ≤ 958, Rey de León
titl: 960 ≤ ? ≤ 966, Rey de León
marvidigezh: 966
titl: Conde de Álava
eured: <22> ♀ Ava de Ribagorza [Ribagorza]
titl: 970 ≤ ? ≤ 995, Conde de Castilla
marvidigezh: 995, Córdova
douaridigezh: Burgos, Monasterio de San Pedro de Cardeña
titl: 970 ≤ ? ≤ 9 Gouere 981, Viguera, La Rioja, España, Rey de Viguera, I
marvidigezh: 9 Gouere 981
titl: 960, Condesa de Castilla
eured: <10!> ♂ Fernán González [Cantabria] g. 910 a. a. 970
marvidigezh: 1041
eured: <37!> ♂ w Ordoño IV de León [Astur] g. 924c a. a. 960
titl: 962, Princesse de Navarre
eured: <26!> ♂ Sancho Garcés II de Pamplona (Navarra) [Jiménez dynasty] g. 935c a. a. Kerzu 994c
titl: 970, Reine de Navarre
titl: 972, Comtesse d'Aragon
marvidigezh: 1007
7
521/7 <31+25> ♀ Teresa de León [Astur]relijion: Monja
titl: Oña, Abadesa del monasterio de San Salvador de Oña
eured: <30!> ♀ Velasquita Ramírez [Astur]
titl: 982 ≤ ? ≤ 984, Rey de Galicia
titl: 984 ≤ ? ≤ 999, rey de León
marvidigezh: Gwengolo 999
titl: Conde de Aragón, bajo el nombre de García III.
eured: <29> ♀ Ximena Fernandez [Núñez de Cea] g. 970 a. a. 1035
titl: 994 ≤ ? ≤ 1004, Rey de Pamplona
marvidigezh: 1004
La historiografía moderna le ha aplicado sin mayor fundamento el sobrenombre de “El Tremuloso”, “Trémulo” o “Temblón”, tomado de la cronística medieval que lo identificaba con su padre del mismo nombre. Fue el primogénito y sucesor de Sancho II Garcés y su esposa Urraca Fernández, hija del conde Fernán González de Castilla y viuda antes sucesivamente de dos reyes leoneses Ordoño III y Ordoño IV. Aparece documentado por primera vez a los siete años de edad como confirmante de una donación de sus padres al monasterio de San Millán de la Cogolla (14 de julio de 972). Se hizo cargo de la corona y la potestad regia (potestas regia) en los primeros meses de 994 cuando estaba próximo a cumplir su tercera década de vida, es decir, en la plena madurez isidoriana del hombre de aquella época. La monarquía pamplonesa y sus gentes como el resto de la España cristiana padecieron durante su vida un cúmulo creciente de inquietudes, sobresaltos y auténticos desastres que, sin embargo, no parece que se percibieran en las altas esferas eclesiásticas en clave escatológica como una “obsesión por el fin del mundo” a pesar de las copias del tratado escatológico de Beato de Liébana, el “Comentario del Apocalipsis”, existentes entonces en el tesoro librario de San Millán de la Cogolla. Con todo, para los dominios del Reino de Pamplona el período que tuvo como bisagra el cambio de milenio constituye asimismo un paréntesis de silencio cronístico, como si sus gentes estuviesen atravesando en aquellos años de pesadilla una especie de “túnel del tiempo histórico”, una penuria de informaciones autóctonas prolongada durante más de dos siglos. Ni siquiera se conocen, por ejemplo, las circunstancias ni el momento preciso del fallecimiento de Sancho II Garcés y mucho menos del de su hijo y sucesor, García II Sánchez, cuya figura se desvanece de la memoria histórica a partir del 999, como también, por ejemplo, las de su hermano Gonzalo y el obispo pamplonés Sisebuto, tan distinguido en la actualización escrita del acervo historiográfico y cultural pamplonés.
Después de más tres décadas de pugnas fratricidas y cruentas por la realeza incluso con injerencias musulmanas en ellas, se había reafirmado sobre el trono leonés Vermudo II (985). Había soportado este monarca las más profundas y asoladoras embestidas de las huestes del “mayordomo de palacio” o ḥāŷib cordobés Almanzor que desfilaron victoriosas por los núcleos de población más representativos del reino, como León, Astorga e incluso Compostela y su santuario del apóstol Santiago. De poco sirvió entre tanto la gallarda defensa de la frontera leonesa del curso superior del Duero protagonizada por el mencionado conde García Fernández de Castilla, vencido y muerto finalmente a manos de lo sarracenos (995). Y todavía en el mismo torbellino de calamidades falleció el propio Vermudo II (999) dejando un heredero menor de edad, Alfonso V, en el mismo año precisamente en que desaparecía sin dejar rastro su primo materno García II Sánchez, sucedido también por un hijo menor de edad, Sancho III Garcés el Mayor. Cuando García II Sánchez comenzó su breve reinado de apenas un lustro, la prórroga de la última tregua con los musulmanes había requerido poco antes la presencia en Córdoba (993) de un miembro de la familia regia, en este caso de su segundo hermano Gonzalo Sánchez, encargado de conquistar “el cariño” de Almanzor y dar pruebas cumplidas de obediencia. Se trataba de otro compromiso aparentemente amigable con Córdoba realizado por mera conveniencia y en circunstancias de evidente inferioridad militar. Resultaba una pausa más de humillación sin duda necesaria dentro de la línea política de oposición radical entre los dos irreconciliables espacios de civilización y cultura, cristiandad e islam. Y por esto tanto para la sociedad pamplonesa como para la leonesa no suponían tales negociaciones y acuerdos un repudio efectivo del programa de “liberación” cristiana de la Hispania irredenta. Desde sus altivas muestras de hegemonía, el todopoderoso ḥāŷib cordobés trataba por su lado de evitar las eventuales conjunciones de de sus enemigos natos basadas en los permanentes lazos de solidaridad religiosa y familiar. Con la desaparición de Sancho II Garcés la corte cordobesa debió de considerar cancelada la citada tregua renovada el año anterior tan precariamente como las anteriores. En todo caso, hacia principios del verano del propio año 994 la furia musulmana se desató redoblada por las riberas del Ebro y, desviándose hacia el norte, el ejército de Almanzor avanzó profundamente hasta los muros de la vieja ciudad de Pamplona, cuna simbólica y corazón del reino de su nombre, rendida al cabo solamente de cinco días de asedio. Las acostumbradas promesas de sumisión y lealtad política por parte de nuevo monarca lograron una vez más un breve alivio en los fragores bélicos. Cuando estaba a punto concluir el trienio habitual de la tregua (997) y al tener noticia del ataque contra Calatayud y la muerte de un prócer del linaje tuyibí que regía la gran región de Zaragoza por una partida de caballeros salida de los dominios pamploneses, respondió Almanzor con la matanza de medio centenar de cautivos del reino pirenaico retenidos en Córdoba como rehenes, uno de ellos hecho sacrificar a manos del niño de doce años ‘Abd al-Raḥmān “Sanchuelo”, el sobrino carnal por vía materna de García II Sánchez. Éste tuvo que avenirse a solicitar una nueva tregua y liberar a los presos musulmanes que se hallaban en su poder. En esta ocasión la paz solamente duró dos años y a continuación se sucedieron tres o, probablemente, cuatro campañas más. En una profunda embestida las huestes sarracenas remontaron el curso de los ríos Aragón o el Ega para volver a alcanzar sobre Pamplona, que en esta ocasión fue completamente arrasada (999) y no debió de quedar piedra sobre piedra de la iglesia catedralicia de Santa María, que sin duda había sido reconstruida después de las ruinas sembradas tres cuartos de siglo atrás por la famosa campaña de ‘Abd al-Raḥmān III. Al cabo de casi cien años más tarde todavía se iba a evocar patéticamente la desolación de la sede episcopal cuyo propio nombre había estado a punto de ser borrado de las páginas de la historia. De la siguiente campaña se sabe que discurrió por las “colinas de Pamplona”, es decir, de la región pamplonesa, y en ella entregada a las llamas cierta iglesia de Santa Cruz de ubicación actualmente desconocida. Las tropas musulmanas provenían de tierra castellana, en Cervera, cerca y al norte de Clunia (Coroña del Conde, Burgos), donde habían arrollado (1000, julio 29) a las fuerzas cristianas reunidas “desde Pamplona hasta Astorga” bajo el mando del nuevo conde castellano Sancho García, lo que permite pensar que los dos reyes cristianos, caudillos natos en semejantes tesituras, ya habían fallecido dejando además herederos menores de edad como se ha indicado. Los estragos se habían sucedido de tal forma que incluso se borró cualquier memoria sobre el momento y las circunstancias de la desaparición de García II Sánchez, prácticamente desconocido en las crónicas medievales. Como una probable muestra del desconcierto y hasta pánico general causado por semejante situación entre ciertas minorías del país, podría situarse en los dominios pamploneses el lugar de procedencia al menos de una buena parte de los monjes exiliados por aquellos años que, refugiados en la gran abadía borgoñona de Cluny, habían pedido al abad Odilón seguir en la comunidad anfitriona sus pautas litúrgicas de origen hispano-godo según noticia de un cronista borgoñón coetáneo. No debieron de ser, sin embargo, considerables las bajas sufridas por los miembros de la nobleza consagrados al oficio de las armas, pues su entrenamiento permanente y sus ágiles monturas les permitían escapar con relativa facilidad de las arremetidas del enemigo para refugiarse en las montañas cercanas. Cabe, por otro lado, suponer siquiera muy vagamente las angustias y pérdidas materiales de las poblaciones campesinas que, asentadas en núcleos próximos a las vías de comunicación preferidas en sus desplazamientos por el ejército enemigo, huirían despavoridas con sus mínimos ajuares y algunas cabezas de ganado hacia los montes más próximos, mientras las tropas cordobesas vaciaban los graneros, arrasaban las pobres viviendas e incendiaban los sembrados. Es muy probable, por lo demás, que el cuerpo del difunto monarca fuera inhumado en San Esteban de Deyo (Monjardín) donde con toda certeza descansaban los restos mortales de sus tres antecesores en la cúspide de la realeza pamplonesa. Habían ido desapareciendo sucesivamente también sus más próximos parientes varones, sus hermanos Ramiro y Gonzalo y, como su primogénito y sucesor Sancho III el Mayor sólo contaba con diez años de edad, debieron de encomendarse las funciones o potestad regia a su tíos segundos Sancho y García Ramírez, los más cercanos parientes masculinos que le quedaban. Pero en aquellos años de severa forja de su personalidad entre tantos aprietos y aflicciones, debieron de tenerlo continuamente a su lado, en mayor grado que nadie, las dos reinas viudas, su madre Jimena y, en especial, su abuela Urraca Fernández, tan baqueteada ésta en su larga y movida existencia y cuyo nombre de Urraca se había asignado a la única hermana, pues no es seguro que fuese también hermana suya la domna Sancha Sánchez que figura como confirmante detrás de sus tíos Sancho y García Ramírez en un diploma de 991.
Bibl.: E. Levi-Provençal, “España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711.1031 d. C.)”, en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, IV, Madrid, Espasa Calpe, 1950 (5.ª ed. 1985), págs. 302 y 423-429; J. Pérez de Urbel, Sancho el Mayor de Navarra, Madrid, Institución Príncipe de Viana, 1950, págs. 13-21; A. Ubieto Arteta, “¿Dónde está el panteón de los primeros reyes pamploneses?”, en Príncipe de Viana, 19 (1958), págs. 267-277; M. Ali Makki, “La España cristiana en el diwan de Ibn Darray”, en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 30 (1963-1964), págs. 76- 79; J. Á. García de Cortázar, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII), introducción a la historia rural de Castilla altomedieval, Salamanca, Universidad, 1969; J. M.ª Lacarra, Historia política del reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, I, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1972, págs. 152-160; A. Cañada Juste, La campaña musulmana de Pamplona. Año 924, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1976; E. Benito Ruano, El mito histórico del año Mil, León, Colegio Universitario, 1979; L. Molina, “Las campañas de Almanzor a la luz de un nuevo texto”, en Al-Qantara, 2 (1981), págs. 209-263; J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, I, Pamplona, EUNSA, 1979, págs. 110-114; M.ª J. Viguera, Aragón musulmán, Zaragoza, Librería General, 1981, págs. 121-133; A. Ubieto Arteta, Orígenes de Aragón, Zaragoza, Anubar Ediciones, 1989, págs. 203, 244, 299 y 307-317; A. Cañada Juste, “Las relaciones entre Córdoba y Pamplona en la época de Almanzor (977-1002)”, en Príncipe de Viana, 53 (1992), págs. 371-390; L. J. Fortún Pérez de Ciriza, Leire, un señorío monástico en Navarra (siglos IX-XIX), Pamplona, Institución Príncipe Viana, 1993, págs. 73-90; A. Martín Duque, “El reino de Pamplona”, Historia de España Menéndez Pidal, VII- 2, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 118-123; G. Martínez Díez, El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, 2, Valladolid, Junta de Castilla y León-Marcial Pons Historia, 2005, págs. 517-576.
Ángel Martín Duque
http://dbe.rah.es/biografias/10261/garcia-ii-sanchezmarvidigezh: 1017
titl: Conde de Monzón
eured: <30> ♀ Urraca Gómez [Banu Gómez] a. a. 1025
titl: 995 ≤ ? ≤ 1017, Conde de Castilla
marvidigezh: 5 C'hwevrer 1017
douaridigezh: Oña, Burgos, Castilla y León, España, Enterrado en el monasterio de San Salvador de Oña.
marvidigezh: 1005 ≤ ? ≤ 1030
marvidigezh: 1002?
titl: Conde de Durango
titl: Conde de Nájera
eured: <31> ♀ Toda Fortunez Ortiz de Aulestia [Ortiz] g. 1010?
titl: 1072, I Señor de Vizcaya. En el año 1072, Íñigo López Ezquerra dejó de firmar como conde y empezó a llamarse señor de Vizcaya, título que él mismo convertiría en hereditario.
marvidigezh: 1077?
Es uno de los principales magnates del reino de Pamplona- Nájera durante el segundo tercio del siglo xi y de él arranca la estirpe histórica de los señores de Vizcaya. El análisis de la documentación actualmente conservada permite desechar parentescos legendarios y conjeturar que su padre fuese uno de los magnates de nombre Lope que confirman los documentos del monarca pamplonés Sancho III el Mayor; Balparda supone que se trata de Lope Velázquez, señor de Ayala, Mena y Somorrostro, pero sólo es una hipótesis. En 1053, aparece ya casado con Toda Ortiz, hija del ayo regio Fortunio Sánchez, de quien enviudó antes de 1076; de este matrimonio se conocen los nombres de cinco vástagos: Lope (quien heredó el señorío de Vizcaya), Sancho (fallecido antes de 1070), Mencía, Galindo, García y Fortunio (estos dos últimos ocuparon cargos palatinos en el reino de Aragón). En todas sus primeras apariciones documentales, entre 1043 y 1076, figura como conde de Vizcaya, ejerciendo sobre este territorio sus facultades jurisdiccionales en representación de la Monarquía pamplonesa. En Vizcaya concentró también gran parte de sus intereses patrimoniales; posesiones suyas se localizan en Axpe-Busturia, San Juan de Gaztelugache, Bermeo, Gorrítiz, Madariaga, Urrequeña, Gatica, Gorrondo, Bertendona, etc. Entre sus propiedades destacan los palacios de Madariaga, centros desde donde ejercer sus facultades administrativas, e iglesias propias que, como el monasterio de Axpe, supusieron fuentes de ingresos fiscales y de beneficios espirituales. En 1051 su intitulación se desglosa en los espacios de Vizcaya y Durango, seguramente para señalar su preeminencia sobre su subordinado el conde de Durango Munio López. Desde sus originarias responsabilidades patrimoniales y jurisdiccionales en Vizcaya, su fidelidad a García Sánchez III y a Sancho Garcés IV, cuyos documentos confirmó con frecuencia, le convirtió en uno de los principales magnates del reino de Pamplona-Nájera. Asumió las líneas políticas de la Monarquía pamplonesa frente a las pretensiones territoriales de Castilla. Donó propiedades en Vizcaya a los monasterios de San Millán de la Cogolla, en 1051 y 1070, y de San Juan de la Peña, en 1053, siguiendo la estrategia de los propios Monarcas consistente en ampliar la red de intereses de estos grandes propietarios a todos los territorios del reino para, de este modo, vincularlos en la defensa de su integridad territorial. Su fidelidad a la Monarquía pamplonesa le llevó incluso a apoyar iniciativas regias que supusieron una merma de sus propias rentas: consintió el privilegio de inmunidad otorgado a las iglesias de Vizcaya por García III en 1051 y la donación del monasterio de San Martín de Yurreta a San Millán de la Cogolla por parte de Sancho IV en 1072. García III le concedió el cargo cortesano de maestresala en 1042, entrando a formar parte del palatium regis. De manos de Sancho Garcés IV, amplió su ámbito de gobierno al recibir la tenencia de Nájera, el centro neurálgico del reino, a partir de 1064; el anterior tenente de esta ciudad había sido su suegro Fortunio Sánchez, ayo de García III que encontró la muerte junto a su Rey en la batalla de Atapuerca. Aprovechando su capacidad jurisdiccional sobre la zona, realizó adquisiciones patrimoniales en torno a la ciudad del Najerilla: concretamente, la villa de Camprovín, comprada al propio monarca Sancho IV, así como indeterminadas propiedades en Nájera. A pesar de las citadas estrategias, la crisis de la Monarquía pamplonesa no hizo sino agudizarse. En el exterior, debió hacer frente a las disputas con Castilla sobre gran parte de su territorio. Mientras, dentro del reino, se vivieron las tensiones previas a la configuración de la Monarquía feudal; los Monarcas se encontraron con la oposición de unos nobles que aspiraban a patrimonializar las facultades jurisdiccionales delegadas por dichos Reyes. Ya en 1054 la defección de varios de sus magnates provocó la derrota y muerte de García III en Atapuerca frente al monarca castellano Fernando I, perdiendo el reino pamplonés los territorios de la Castella Vetula. Sin embargo, el punto álgido de la crisis se vivió tras el asesinato de Sancho Garcés IV en 1076; entonces, Alfonso VI de Castilla, con el apoyo de varios magnates pamploneses, incorporó a su reino los territorios de Vizcaya, Álava, La Rioja y parte de Guipúzcoa. Según Balparda, Ubieto Arteta, Martínez Díez y García de Cortázar, Íñigo López se situó dentro de este partido castellano a raíz de su enemistad con el monarca Sancho IV. En cambio, los datos documentales no sólo no permiten llegar a esta conclusión, sino que ofrecen indicios en sentido contrario. Su fidelidad a García III la mantuvo con su hijo y sucesor Sancho IV; confirmó varios documentos de este Monarca y recibió de él la tenencia de Nájera y la villa de Camprovín. En 1076 mantuvo el título de conde de Vizcaya ya bajo Alfonso VI; pero, cuando este rey castellano entró en Nájera, fueron su hijo, mencionado como el conde Lope Íñiguez, y el suegro de éste, Diego Álvarez, señor de Oca, quienes le respaldaron. Además, a partir de este año, Íñigo López desaparece de la documentación y su vástago es quien se encontraba al frente del señorío de Vizcaya. Cabe preguntarse si respaldó Íñigo López la postura “pro-castellana” de su hijo o fue sustituido por éste a causa de su escaso entusiasmo hacia Alfonso VI. Seguramente nunca se sabrá, aunque los escasos datos documentales permiten apuntar hacia la segunda opción, es decir, a su inquebrantable fidelidad a la Monarquía pamplonesa.
Real Academia de la Historia.- Tomas Saenz de Haro.-http://dbe.rah.es/biografias/43962/lope-iniguezmarvidigezh: 1039
freuz-dimeziñ: <32!> ♂ Eudes-Henri de Bourgogne (dit : Henri le Grand) [Robertien] g. 948? a. a. 15 Here 1002, Répudiation
8
781/8 <48> ♂ Ordonho Bermudes de Leão [Leão]marvidigezh: 1009, Córdoba (Andalusia), Al-Andalus
titl: 1009, Califa de Córdoba
- "Abd al-Rahman Sanchuelo (983 – 3 March 1009), born and died in Córdoba, was the son of Almanzor
titl: 1004 - 1035, Король Наварры
titl: 1004 - 1035, Граф Арагона
eured: <77!> ♀ Muniadona de Castilla [Castilla] g. 995 a. a. 1067
titl: 1029 - 1035, Король Испанцев
marvidigezh: 18 Here 1035
titl: 999 ≤ ? ≤ 1028, Rei de Leão
marvidigezh: 7 Eost 1028
eured: <75!> ♂ Санчо III Гарсес Наваррский (Великий) [Хименес] g. 990? a. a. 18 Here 1035
titl: 1029, Condesa de Castilla.
darvoud all: 1035
marvidigezh: 1067
eured: <35> ♀ Sancha de Leon [Leon]
titl: 1017, Conde de Castilla y Álava
marvidigezh: 13 Mae 1029, León, España
douaridigezh: 1033?, Oña, Monasterio de San Salvador de Oña
titl: 1047, Conde
marvidigezh: 1057, Lamego, Muerto en combate en el sitio de Lamego
titl: Infante de León
titl: 1042?, Alférez del rey de León
Segundo de los hijos varones del matrimonio formado por los infantes Cristina Vermúdez y Ordoño Ramírez, nacidos respectivamente de Vermudo II y Ramiro III de León, Ordoño Ordóñez aparece en la Corte leonesa en tiempos de Fernando I y doña Sancha.
Alférez real en 1042 y 1043, recibió de manos de Fernando I el gobierno de Palenzuela, en las tierras orientales del reino, fijando allí su residencia entre 1048 y su muerte. No obstante, la documentación conserva su memoria en repetidas ocasiones, tanto en los diplomas reales como en otros más vinculados con el territorio burgalés, hasta su desaparición de los registros documentales en torno a una fecha tan significativa para la historia de León y Castilla como 1072, año de la muerte en Zamora de Sancho, señor de Castilla. A partir de este momento, su memoria se diluye.
De su matrimonio con una dama castellana nacieron algunos de los personajes más célebres del reinado de Alfonso VI, como el conde de Nájera García Ordóñez, que protegió con su vida al infante Sancho en Uclés y que aparece en la épica cidiana como el adversario más enconado del caballero de Vivar, o Rodrigo Ordóñez, conde y alférez real, sin olvidar a la dama María Ordóñez, progenitora de uno de los linajes asturianos más relevantes del Medioevo y del cual nació una reina de Navarra, conocida con el sobrenombre de Urraca la asturiana.
Bibl.: A. Sánchez Candeira, “La reina Velasquita de León y su descendencia”, en Hispania, XL (1950), págs. 449-505; M. Torres Sevilla, Linajes nobiliarios de León y Castilla (siglos ix-xii), Salamanca, Junta de Castilla y León-Gráficas Varona, 1999, págs. 97-101, 103, 105-106, 447 y 498.
Margarita Torres Sevilla-Quiñones
http://dbe.rah.es/biografias/58484/ordono-ordoneztitl: Señor de Vizcaya, II. Desde el año 1076 hasta el 1093.
eured: <36> ♂ Tecla Diaz de Oca [Oca]
marvidigezh: Kerzu 1093?
Primogénito de Íñigo López (primer señor de Vizcaya y teniente de Nájera) y de su esposa Toda Ortiz, desempeñó un papel histórico de primera magnitud en la incorporación de Vizcaya, Álava, La Rioja y la zona occidental de Guipúzcoa al Reino de Castilla. Aunque en 1074 al frente de la tenencia riojana de Alberite, según confirma un documento del monarca pamplonés Sancho Garcés IV, pronto entró en la órbita de Alfonso VI de Castilla. Al igual que otros magnates del reino de Pamplona, Nájera se enfrentó a Sancho IV en su deseo de patrimonializar las facultades jurisdiccionales recibidas por delegación regia. En este sentido, un movimiento más pudo haber sido su enlace matrimonial con Ticlo (o Tecla), hija del noble castellano Diego Álvarez, señor de Oca, presente en el entorno de Alfonso VI desde 1072. Así, cuando Sancho IV fue asesinado en 1076, el conde Lope Íñiguez y su suegro prestaron vasallaje al rey castellano y le entregaron la ciudad de Nájera. Esta actitud pro-castellana le diferenció respecto a la fidelidad a la Monarquía pamplonesa mantenida por su padre, todavía vivo. Una vez fallecido su progenitor, también en 1076, Lope Íñiguez ostentó ya el título familiar de conde de Vizcaya. En contra de lo apuntado por García Gallo, sí parece que ejerció una labor jurisdiccional bajo la autoridad del Rey sobre este territorio, al ser mencionado con frecuencia como comes in Bizcahia; de este modo, quedó establecida la transmisión hereditaria de este señorío desde este momento tan temprano. Una consecuencia de su capacidad jurisdiccional sobre este espacio sería la ausencia del merino regio dentro de él; por tanto, a Blaga Esteriz, merino en toda Vizcaya en 1082, se le debe identificar como un aristócrata local que ejerció funciones administrativas delegadas por Lope Íñiguez. Aunque Moxó estima que estos primeros señores de Vizcaya contaban con escasas propiedades en este territorio y basaban su dominio en el ejercicio del poder jurisdiccional, el espacio vizcaíno constituyó el núcleo de su patrimonio; en consecuencia, dispuso de los monasterios de San Vicente de Ugarte (con sus decanías de Ibargorocica, Tuda y San Miguel Arcángel en Bermeo) y de San Andrés de Astigarribia, así como de propiedades en Cornúquiz. Su citado matrimonio con Ticlo le proporcionó bienes y derechos en tierras castellanas (concretamente en Siniestra, Hornillos, Zambrana y Tosantos), cuya intención de ampliarlas se evidencia al comprar una viña en Zambrana. Para García de Cortázar, esta bipolarización del patrimonio en Vizcaya y las estribaciones septentrionales de la sierra de la Demanda revela la existencia de una circulación ganadera trashumante entre ambos espacios montañosos. La existencia de Lope Íñiguez se ubica en una coyuntura de lenta transformación en Vizcaya: desde una sociedad articulada sobre las relaciones de parentesco extenso, a una jerarquización social basada en la territorialidad. En este proceso, ampliamente estudiado por García de Cortázar, el II señor de Vizcaya protagonizó un doble y contradictorio papel de aculturación aceleradora y de resistencia ante estas mismas innovaciones. Por un lado, sus intereses trascendieron ampliamente el espacio vizcaíno y, por tanto, le obligaron a fijar un código de comportamientos socioeconómicos aplicables durante sus ausencias, así como a liberar un excedente mediante la individualización de la producción; de ahí que protagonizase iniciativas en pos de una territorialización de las relaciones sociales. En primer lugar, se apoyó en los citados monasterios vizcaínos y en sus decanías para articular su derecho de propiedad sobre un espacio poco individualizado. En segundo lugar, instaló unos colonos en sus casas con divisa situadas en Cornúquiz; una fijación de población en unos bienes de aprovechamiento colectivo, la divisa, que supuso un primer paso hacia una individualización de la propiedad. Y, además, sus donaciones de bienes y derechos ubicados en Vizcaya al monasterio de San Millán de la Cogolla en 1082 y 1086 trajeron consigo la inserción de estas heredades dentro de la red de propiedad territorial del cenobio riojano. Estas donaciones reflejan también la estrecha vinculación de Lope Íñiguez con este monasterio, relación heredada de su padre y ratificada con su asidua presencia en la confirmación de documentos emilianenses. Por otro lado, él mismo se hallaba inmerso en unas redes de parentesco extenso que reprodujo, quizás de un modo inconsciente, en sus actos jurídicos. Así, sus hermanos García y Galindo lo confirmaron en operaciones de enajenación del patrimonio familiar en 1082 y 1084 y, de igual modo, también signaron junto a él documentos de otros en 1080 y 1085. Un último dato respecto de la resistencia ofrecida por el carácter familiar de su patrimonio se encuentra en la cláusula de retracto troncal contenida en la donación que su viuda Ticlo, acompañada de sus hijos, realizó a favor de San Millán de la Cogolla en 1093. Esta cláusula de retracto se hizo extensiva al resto de propiedades donadas a dicho monasterio por Lope Íñiguez y por el progenitor de éste. Mantuvo su fidelidad al monarca castellano Alfonso VI a lo largo de toda su vida, pues confirmó documentos emitidos por la Cancillería regia desde los citados acontecimientos de 1076 hasta su fallecimiento en 1093. De igual modo, junto a otros nobles, acompañó al monarca castellano en sus campañas militares; en 1089, Lope Íñiguez participó en el socorro a García Jiménez (cercado en el castillo de Aledo por el ejército almorávide de Yusūf), forzando la retirada de las tropas norteafricanas. En opinión de Balparda, es posible que también dirigiese a los señores alaveses integrados en las huestes alfonsinas derrotadas por el mismo caudillo almorávide cuatro años antes en Zalaca. Esta colaboración no estuvo exenta de conflictos, la donación del monasterio de San Andrés de Astigarribia a San Millán de la Cogolla por parte del señor de Vizcaya hacia 1086 es un ejemplo de ello; aunque en el momento de la entrega se reconoció que dicho cenobio es ex parte regale, resultó precisa la confirmación regia de dicha operación cinco años más tarde. En contrapartida, el rey de Castilla, a pesar de no permitirle conservar la tenencia de Nájera (ciudad que había gobernado su padre Íñigo López), sí recompensó sus servicios. En un primer y esporádico momento figuró como comes (conde) en Belorado en 1077; sin embargo, poco después Alfonso VI centró su recompensa en territorios más cercanos a Vizcaya, donde se concentraban los intereses patrimoniales y jurisdiccionales de Lope Íñiguez. Concretamente, le confirió el gobierno de Álava y de la porción de Guipúzcoa incorporada a Castilla; de este modo, Lope Íñiguez confirmó documentos como conde en Álava desde 1081 y, con menos frecuencia, en Guipúzcoa a partir del año siguiente. Esta delegación de facultades administrativas a nobles sobre espacios tan cercanos a la base del poder patrimonial de éstos no resulta habitual dentro de las directrices políticas de Alfonso VI. Bajo este Monarca, sólo García Ordóñez en Nájera y Fernando Díaz en Asturias aparecen tan frecuentemente vinculados a labores de gobierno en unos territorios concretos como Lope Íñiguez. Según Martínez Díez, el rey castellano permitió excepcionalmente estas concentraciones espaciales de los poderes jurisdiccional y patrimonial, porque se trataba de territorios periféricos y/o recién incorporados a la Monarquía castellana, depositados en manos de nobles de probada fidelidad. Respecto a la fecha de su muerte sólo se conoce el año. Su última intervención tuvo lugar el 22 de febrero de 1093, cuando testificó un diploma de Alfonso VI. Poco después, ese mismo año, su mujer, la condesa Ticlo, y los hijos de ambos (Diego López, primogénito y futuro señor de Vizcaya, Sancho López, Teresa, Sancha y Toda) entregaron a San Millán de la Cogolla la integridad del monasterio de Alboñiga y sus decanías por la salvación del alma del ya difunto Lope Íñiguez. De este modo, cerró su existencia reafirmando dos fidelidades que respondían a otras tantas inquietudes básicas en la vida de cualquier hombre de su tiempo: mediante el servicio al monarca castellano, ampliar los bienes terrenales y, a través de la generosidad con el monasterio riojano, obtener la salvación eterna.
Real Academia de la Historia.- Tomas Saenz de Haro.-http://dbe.rah.es/biografias/43962/lope-iniguezEra hija de García II Sánchez, Rey de Navarra, y de la leonesa Jimena. Contrajo matrimonio con Alfonso V en el año 1023 poco tiempo después de la muerte de la reina Elvira Menéndez. A la celebración de estos esponsales se había opuesto el abad Oliva a quien el rey navarro Sancho el Mayor había consultado dado el parentesco de los contrayentes, ya que ambos eran biznietos de Fernán González. Al lado de Alfonso como Reina aparece el 13 de noviembre del año 1023 haciendo la donación al fiel notario regio Sampiro de Villaturiel que había pertenecido a Eicta Fossátiz y que perdió por haberse rebelado. Urraca acompañó en los tres años siguientes al rey Alfonso por tierras galaicas. Allí el 29 de octubre del 1024 agregaron la diócesis de Tuy que había quedado destruida por la penetración normanda del año 1015, a la diócesis de Santiago de Compostela. El 30 de agosto del año 1025 Alfonso y Urraca presiden el juicio habido entre el obispo de Lugo, don Pedro, y unas gentes de los alrededores de Braga sobre la condición ingenua o servil de dichas gentes. Luego, y a petición del mismo obispo lucense confirmaron a esta iglesia las posesiones que los Reyes sus predecesores le habían otorgado, pues se le habían quemado algunos diplomas.
Muerto Alfonso V ante los muros de Viseo en el año 1028, tuvo que hacerse cargo de la tutoría del joven Vermudo III que tenía tan sólo once años. Los desórdenes que se extendieron por todo el Reino en los inicios de este reinado fueron afrontados con fortaleza por la reina Urraca, como lo demuestra la lucha mantenida contra Oveco Rudesíndiz, que tenía la potestad sobre Lugo y otras partes de su territorio y que por ser primo de la reina Elvira Menéndez, había sido de los nobles más favorecidos por el rey Alfonso V. La reina Urraca le reclamó el territorio y, a pesar de la resistencia del conde galaico, pudo recuperarlo y dárselo a la Iglesia de Lugo. El 30 de diciembre del año 1028 Vermudo y Urraca daban a la Iglesia de Santiago y a su obispo Vistruario, que había sido padrino del joven Monarca, la tierra llamada de Carnota y la villa de Cordario. Al escriba de este documento se le deslizó el error, llevado quizá por la costumbre, de poner Vermudo junto con mi esposa Urraca, Reina, lo que llevó a algunos cronistas antiguos a atribuirle a Vermudo un matrimonio que en realidad no existió, pues era su madrastra. En otros documentos Vermudo llamó a Urraca su tía. Así lo hizo cuando el 31 de mayo del año 1030 ambos cambiaron varias propiedades con el Monasterio de Santa María de Obona, o cuando al año siguiente dieron a Fruela Muñoz, conde del Alto Órbigo, la villa de Regos que había sido de la reina Elvira García, madre de Alfonso V.
Durante estos años, apoyada por su madre Jimena, Urraca participó activamente en las acciones de gobierno. En 1032 concertó el matrimonio de su sobrino Fernando, segundo hijo de Sancho el Mayor de Navarra, con la hermana de Vermudo, Sancha, la malograda prometida del infante García. En mayo de este año Vermudo con “mi amita la reina Urraca”, dio Villavente con todas sus pertenencias como las habían tenido sus antepasados, al obispo leonés Servando. Poco después aparece Vermudo con la reina Urraca en Santiago de Compostela, a cuya Iglesia concedieron los bienes que fueron de Sisnando Galiárez, nieto de Menendo González, que junto con sus hermanos mató, depredó villas enteras, realizó raptos y se apoderó de muchos bienes. Los desórdenes y levantamientos nobiliarios de los años de 1032 y 1033 iban a hacer posible la llegada a León de Sancho el Mayor. No se sabe si vino para tutelar los derechos de su hermana Urraca y de Vermudo, o llevado por sus afanes imperialistas.
Hasta principios del año 1035 Urraca continuó titulándose reina de León. En febrero de este año Vermudo aparece ya casado con Jimena y el papel de Urraca se vio eclipsado. Con ella habían venido de la Corte navarra varias damas, entre otras, María Velázquez, que llegó a tener una fortuna importante con la que construyó un Monasterio, el de San Pedro y San Pablo, junto a la Puerta del Conde de la capital leonesa y al que dotó muy espléndidamente.
Bibl.: P. E. Flórez, España Sagrada, t. XXXV, Madrid, Antonio Marín, 1784; P. M. Risco, Historia de la ciudad y corte de León y de sus reyes, Madrid, Oficina de Blas Román, 1792; Fr. J. Pérez de Urbel, Historia del Condado de Castilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945; Sancho el Mayor de Navarra, Madrid, 1950; España cristiana 711-1038, Madrid, Espasa Calpe, 1956; J. M. Lacarra, “La intervención de Sancho el Mayor en el Condado de Castilla y en el reino de León”, en VV. AA., Homenaje a J. E. Uranga, Pamplona, 1971, págs. 31-43; L. Núñez Contreras, “Colección diplomática de Vermudo III, Rey de León”, en Historia, Instituciones, Documentos, 4, Sevilla, 1978, págs. 381- 515; J. M.ª Fernández del Pozo, “Alfonso V, Rey de León. Estudio Histórico-Documental”, en León y su Historia, t. V, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro (CEISI), págs. 10-262; J. M. Ruiz Asencio, Colección documental del Archivo de la Catedral de León (986-1031), León, CEISI, 1987; M. Herrero de la Fuente, Colección diplomática del monasterio de Sahún II, (1000-1073), León, CEISI, 1988; J. M. Ruiz Asencio, Colección documental del Archivo de la Catedral de León (1032-1109), IV, León, CEISI, 1990; J. Rodríguez Fernández, La monarquía leonesa, El reino de León en la Alta Edad Media, León, CEISI, 1995, págs. 129-413; J. M.ª Fernández del Pozo, Alfonso V (999-1028). Vermudo III (1028-1037), Burgos, La Olmeda, 1999.
José María Fernández del Pozo
http://dbe.rah.es/biografias/34376/urraca-garces